Por: Martín Spoerer
Final Fantasy XVI es un excelente juego, pero sus cambios a la tradición y estilo de la legendaria franquicia de Square Enix han creado una controversia entre los fans de la serie.
Todos, ya sea en la tele o en forma de meme, hemos visto esa brutal escena de Los Simpsons en que un joven Homero acusa a su padre de ya no estar en onda, sólo para recibir esta cortante respuesta:
“Yo sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que tengo no es onda. Y la onda de onda me parece muy mala onda. ¡Y te va a pasar a ti!”
Por supuesto que el ingenuo de Homero ignoró a su padre, mirándose al espejo mientras se aseguraba a sí mismo que él y su generación iban a rockear forever…para luego verse convertido en un adulto fuera de onda con sus hijos y la juventud actual.
Personalmente, siempre me reí con la escena, encontrándola genial, pero nunca le tomé el mensaje en su momento; como gamer, comiquero, otaku y metalero, la idea de estar fuera de onda, al ser parte de comunidades y fanaticadas fuera de la cultura popular tradicional, me parecía imposible… hasta ahora.
Es el año 2023, y mis pasiones como el metal, el manga/anime, los cómics y los videojuegos, ahora son parte de la cultura popular y la vida común de todos los días; pero en vez de sentirme exaltado, las palabras del abuelo Simpson me retumban en la cabeza, en especial tras pasar varios días con Final Fantasy XVI durante esta semana.
Antes de que arda la sección de comentarios y las reacciones en redes sociales, quiero dejar bien en claro que Final Fantasy XVI, desde un punto objetivo y crítico, es un muy buen -quizás incluso excelente- videojuego de rol de acción. La presentación audiovisual es impresionante, la historia y personajes atraen, y el sistema de combate es increíblemente fluido y desafiante.
Mi problema con el juego es que pese a que Final Fantasy XVI cuenta con magias, chocobos, moogles y más elementos de mi amada franquicia Final Fantasy, mi cerebro no para de hacerme sentir que algo no cuaja del todo con el juego.
Originalmente pensé que el foco de mi problema era la presentación y espíritu del juego, el que claramente está inspirado por series de fantasía oscuras y maduras como Juego de Tronos, algo que se hace evidente en los primeros minutos del juego, donde vemos a dos ejércitos chocar entre sí con sangre y muerte a destajo, mientras una nueva versión del clásico tema principal de la saga suena como banda sonora, lo que claramente fue hechos proposito para crear una reacción de confusión y shock en los jugadores.
Sin embargo, como fan de la serie, recordé que esta no es ajena a historias maduras y con cierto grado de violencia en ellas, lo que se puede apreciar en juegos como Final Fantasy Tactics, Final Fantasy VII o Final Fantasy XIV.
Mi segundo pensamiento fue al sistema de juego, el que elimina el sistema de batalla por turnos y el control de un grupo de personajes, elemento insignia de la serie, por el controlar a un solo protagonista en una jugabilidad de combate de acción al estilo de juegos como Bayonetta o Devil May Cry (Ryota Suzuki, un veterano de dicha serie, fue figura clave al crear el sistema de combate de Final Fantasy XVI). Pero también recordé que Final Fantasy también ya ha experimentado con sistema de juego diferentes al de su tradición, en juegos como Final Fantasy Mystic Quest, Final Fantasy Adventure, Final Fantasy XII y Final Fantasy XV.
Finalmente, mi tercer y último intento de comprender mi reacción al juego fue centrarme en la ausencia de elementos clásicos de la serie como las clases de personaje, exploración de mundo abierto y encuentros al azar, pero la verdad es que dichos elementos si están en Final Fantasy XVI, ya sea en forma reducida o reinterpretados para encajar con el nuevo estilo del juego.
Por supuesto que la duda me siguió carcomiendo, llevándome a investigar y leer artículos, comentarios, opiniones y videos en internet, redes sociales, youtube y más, siempre en busca de alguien que pudiera darme una explicación a mi sensación de desasosiego frente a un juego que, objetivamente, es excelente.
Finalmente, en plena madrugada y mientras jugaba a Final Fantasy XVI, la ampolleta se me iluminó.
El problema no es del juego. El problema soy yo.
Mi primer Final Fantasy fue Final Fantasy III en Super Nintendo (así es, soy tan viejo que Final Fantasy VI fue Final Fantasy III para mi generación). Para ese tiempo, Final Fantasy era una revelación para jugadores occidentales, acostumbrados a juegos de PC como Ultima, Wizardry, Might and Magic y adaptaciones de Dungeons and Dragons. Su historia épica se centraba más en sus personajes, su sistema de juego por turnos. Tenía como elemento clave las habilidades específicas de cada personaje y un sistema de magia compartido y personalizable, el mundo era extenso y completamente explorable, y así sucesivamente.
De la misma manera, cuando Final Fantasy VII se tomó PlayStation e hizo a la serie un éxito mundial, los juegos de la franquicia de Square Enix seguían ofreciendo algo diferente a lo que los jugadores estaban acostumbrados. En pocas palabras, Final Fantasy era una serie que reaccionaba, a diseño de sus creadores, al mundo e industria de los videojuegos y quebraba el molde de lo común, ya sea según los estándares occidentales o japoneses.
Pero ahora es 2023 y el mundo y la cultura de los videojuegos es diferente. Los creadores a cargo de Final Fantasy tienen otra experiencia personal y profesional; la mayoría de ellos probablemente viene de la generación que creció con la saga en PS2 y PS3, la que vió la llegada y creciente popularidad de series como Kingdom Hearts, Star Ocean, Saga, Persona y Tales. Es la misma generación responsable de juegos más experimentales como Infinite Undiscovery, Drakengard o The Last Remnant (el director de dicho juego, Hiroshi Takai, es el director de Final Fantasy XVI), es la misma generación que reinventó a Final Fantasy con Final Fantasy XIV, Final Fantasy XV y Final Fantasy VII Remake (cuyo director y productor, Naoki Yoshida, es el productor de Final Fantasy XVI).
El punto es que Final Fantasy puede ser una franquicia legendaria y tener ciertas tradiciones, clichés y elementos icónicos, pero cada juego es producto de su tiempo, sus creadores y su generación, por lo que los cambios al estilo, jugabilidad y presentación de Final Fantasy XVI no lo hacen más ni menos merecedor de llevar dicho título.
Simplemente, la onda cambia, como dijo el abuelo Simpson, pero el rock sigue rockeando forever… aunque el estilo y las letras cambien.
Simplemente tengo que aceptar que (y quizás otras generaciones también deban hacerlo) yo ya tuve mi era de Final Fantasy, y ahora es el turno de otra generación de gamers de descubrir, jugar y evolucionar a la serie, siempre reaccionando al mundo y tiempo que les rodea y moldea.
Y bueno, si la nostalgia pega, al menos todavía tengo a los clásicos (en versión original o remasterizados), o series retros como Bravely Default o Octopath Traveler; después de todo, lo nuevo solo hace resaltar a lo clásico, ¿no?